Thursday, June 16, 2011

Día 3

Lunes 19 de Julio del 2010

Hoy hemos madrugado para poder coger el bus que nos llevará a Mostar. Nos ha dado tiempo a pasear por el puerto de Dubrovnik antes de irnos.
El calor empieza a ser insoportable. Las botellas de agua se recalientan como cosa mala. Suerte que contamos con la cantimplora de Lorea, nuestra querida APACHE.

Apache en todo su esplendor: 

En el puerto hemos podido refrescarnos metiendo los pies en el agua:



El bus que hemos cogido a Mostar (Bosnia) ha tardado 3 horas en llegar. Sin embargo el paisaje es muy pintoresco. Se puede disfrutar de toda la costa croata y de sus islas a lo largo de todo el camino.

Mostar nos ha recibido con una calurosa tormenta de verano que hemos agradecido. Después hemos tardado 2 horas encontrar nuestro hostal, el cual ha resultado ser una casa, por segunda vez. Creo que debemos empezar a acostumbrarnos a este tipo de acogidas caseras.  El señor de la casa es el dueño de un pequeño puesto de souvernirs.
La casa está genial, básicamente es un apartamento con cocina y jardín. Pero eso nos da igual porque...hay aire acondicionado! Lo cual es muy importante dados los 40 grados...

Las calles de Mostar estan repletas de color. Tiendas de telas, pañuelos, cajitas de colorines... Las casitas son medievales y  los suelos de piedritas pulidas y brillantes del pisar de los caminantes. Hay que tener cuidado porque si no te agarras al muro en las cuestas te vas rodando por el suelo.


















Todo "parece" mas barato. Lo digo entre comillas porque nos timaron a la cara dos veces seguidas, después de comprar un desayuno (unas galletas muy poco potables) y una cocacola que sabia a jarabe.

Lo más impresionante de Mostar es el puente. Fue derribado hace 10 años durante la guerra, y lo han reconstruido. El río que pasa por la ciudad tiene un color turquesa que invita al baño. Hemos visto saltar a unos cuantos chavales desde las rocas.































Las afueras de la ciudad no tienen mucho encanto a decir verdad. Eso sí, los edificios que siguen en pie  desde la guerra impresionan bastante. Aún conservan los agujeros de bala y muchos de ellos están derruidos.


A la noche las farolas iluminan las callejuelas. Hay mucho ambiente. Los camareros de los restaurantes se te tiran encima, menú en mano, pidiéndote que cenes en su local. Pero  a nosotras todavía nos quedan unos 15 sobres de embutido y más bien poco dinero.
Nos hemos sentado un buen rato en un murito a escuchar a unas chicas irlandesas  tocando la guitarra y cantando. Ha sido todo un espectáculo.
















Antes de volver a la casa, nos hemos tomado algo en una discoteca que estaba dentro de una cueva iluminada con velas y luces de colores.






























Al llegar estaba ya oscuro. Hemos ido con cautela al piso de abajo desde el jardín, y antes de llegar, hemos oido ladrar a un perro. Irene y yo hemos corrido como posesas perseguidas por el perro. Hemos acabado en el suelo hechas una bola. Pensaba que íbamos a morir. Los dueños han aparecido pronto y nos han salvado la vida. jajaja
Ha sido un buen susto.

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