El despertador sonando a las 5.00 am ha sido como una losa sobre nuestras cabezas, y más duro aún ha sido la media hora con las mochilas encima hasta el puerto de Pula.
A las 7:00am ha salido el ferry hacia Zadar. Por dentro era como un avión extra ancho. Nos hemos puesto cada una en una ventanilla para ir viendo las islas, pero no hemos podido ver mucha cosa porque estaban un tanto sucias...
El barco ha tardado dos horas en llegar. Todavía no tenemos dónde pasar la noche. Hemos tenido suerte. Nada más bajarnos una amama se ha acercado a decirnos que tenía habitaciones libres en su casa. Hemos decidido ir a verlas. La casa estaba justo en el centro del casco viejo de Zadar, era enana, pero las habitaciones estaban bien. Eso sí, el baño, de 2 metros cuadrados, olia a cuadra, había un monton de ropa sucia de hace lo menos una semana... Darse una ducha ha sido una odisea.
En una mañana nos ha dado tiempo a ver todo el centro histórico y hemos comido en el puerto. Es el decimoctavo bocadillo que me como este viaje. Estoy empachadísima.
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Después de comer hemos ido paseando hasta la zona de las playitas. Nos hemos llevado el bikini y un par de toallas por si teníamos la oportunidad de bañarnos. Y vaya si la hemos tenido!
Después del chapuzón, Lorea y yo hemos ido a buscar hoteles en internet mientras el resto iban a por tickets a la estación de buses. Hemos terminado enseguida y nos hemos ido al puerto a ver la puesta de sol. Dicen que los atardeceres de Zadar son los más bonitos, y no les falta razón.
Cuando nos hemos reunido todas hemos cenado en el órgano del puerto. Se trata de un muro en el suenan las notas de música cuando pasan las olas. La orilla del puerto está llena de puestitos donde venden souvenirs, pescadito a la plancha... El ambiente es envidiable.
Mañana nos toca ir a los lagos de Plitvice y de allí coger un autobús hasta Split. Es la primera noche que dormimos hasta las 10 de la mañana.
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